Me encanta viajar. Siempre me ha gustado. Pero desde hace un par de meses me gusta mucho más.
Me gusta esperar en la estación de tren o autobuses y disfrutar de esa emoción de saber que voy a vivir una nueva aventura. Pero no es eso lo que realmente me gusta. Lo que de verdad disfruto son esos momentos mágicos que se producen. Esos abrazos de una madre a una hija que llega de una ciudad lejana, los gritos de un grupo de amigos felices por su viaje a una playa perdida, las tristeza en los ojos de un padre que va a trabajar muy lejos para dar de comer a su familia, los besos apasionados de muchas parejas que se reencuentran...
Esos instantes son los que me hacen ver que la vida está llena de preciosas historias... Historias que me encantaría poder plasmar con mi bolígrafo y un papel. He de confesar que siempre había visto esos momentos en películas y verlo en persona es muchísimo más emocionante.
Estoy muy feliz de poder ser una de los protagonistas de estas historias. Adoro los días anteriores a ver a mi chico. Nervios, hiperactividad, ilusión... Aunque lo mejor de todo es esperarle el día señalado a pie del andén, es muy emocionante. Oír la megafonía anunciando la llegada del tren, verlo a lo lejos acercándose poco a poco... El corazón comienza a latir fuerte. El tren para y se abren las puertas. Las pulsaciones aumentan mientras busco con la mirada una cara conocida. Lo mismo le debe ocurrir a él al ver mi autobús llegar a la estación jaja.
Y de repente mis piernas (mejor dicho, nuestras piernas) comienzan a funcionar y después de un corto sprint nos abrazamos con fuerza...
Me gustan esas historias de "ida y vuelta" porque cada una es diferente, única y hermosa...