17 agosto 2010

Llevo muchos años esperándote...


Sophie continuaba comprobando la temperatura de Javi cada media hora. Parecía que la fiebre iba bajando y la herida tenía mejor aspecto, aún así, continuó lavándosela y poniendo paños de agua fría sobre su frente. Javi abrió sus ojos de nuevo y sonrió…
-Buenas noches bello durmiente!!! – dijo bromista Sophie.- Ya era hora de que despertaras… nos has dado un buen susto.
Sophie no paraba de un lado a otro de la habitación preparando medicinas, ropa y todo lo necesario, Javi la seguía con la mirada a cualquier parte que fuera. Al final cogió una silla y se sentó al lado de la cama.
-¿Cómo vas? – volvió a preguntar ella.
-Estoy bien. Gracias por cuidar de mí… y…. Siento haberte asustado
Qué voz tan dulce tenía en esos instantes. Tanto que Sophie ni se dio cuenta de haberse quedado embobada mirándole, hasta que por fin reaccionó
-Bueno, alguien debía curarte esa herida tan fea - puso cara de asco y dolor.
-No te hace mucha gracia la sangre ¿Verdad?
-He acabado por acostumbrarme y hacer fuerte el estómago.
-Lo siento.
-No fue culpa tuya el habértela hecho. En todo caso fue mía por no estar atenta. Y tendría que ser yo la agradecida…- Se miraron y Sophie volvió a hablar – Gracias por salvarme la vida.
-Salvarte no fue solo un acto reflejo – repuso Javi – Algo en mi cerebro… quizás en mi subconsciente me empujó a hacerlo… Cuando nos tiramos por el precipicio… tuve miedo a que te ocurriera algo malo. Fue entonces cuando me di cuenta de muchas cosas…
Sophie le miraba confusa. Cuando el silencio reinó en la habitación, la atmósfera se cargó de tensión, algo que Javi, a pesar de carecer de sus poderes, notó sin problema alguno.
-¿Dé qué cosas te diste cuenta? – dijo en susurros Sophie .
-¿Quieres saber mis teorías?
Sophie asintió. Javi intentó incorporarse en la cama para quedarse sentado; la joven intentó ayudarle ante la cara de dolor de él pero este no le permitió que le ayudara. Mientras ella veía su cara de sufrimiento, Javi logró sentarse y tener al menos sus miradas a la misma altura… por lo menos para que su discurso tuviera más credibilidad, aunque eso no hacía falta.
-Verás. Creerás que es una tontería pero… llevo muchos años esperándote… tantos como los segundos que forman la eternidad… y ahora estás aquí como si nada – Sophie no entendía nada – Como si fueras una mujer más… Como si creyeras que eres una simple mortal del montón – dijo con amargura. – Y no es cierto.
Javi de nuevo se movió y ahora se levantó de la cama y caminó de un lado a otro, contemplando la noche oscura y plagada de estrellas por la ventana. Y entonces sin previo aviso clavo su mirada en Sophie.
-Cómo si pudieras esconder lo que sientes… - dijo con ironía.- Sophie no puedes mostrarme una cara, una personalidad que no posees en realidad.
Se acercó a ella hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros. Sophie recordó que tenía que respirar, así que sin poder evitarlo cogió una gran bocanada de aire que llegó con gran intensidad a sus pulmones y notó como el corazón en realidad golpeaba contra sus costillas violentamente.
-Apuesto a que aún no te habías dado cuenta de lo que de verdad sientes Sophie… hasta este preciso instante…
Alzó su mano y con suavidad aferró la nuca de Sophie y la atrajo hacia él recortando aún más las distancias. Ahora Sophie pudo recordar aquella frase que Javi le lanzó como una puñalada unos días antes: “No sabes lo dolorosamente preciosa que eres. Lo mal que me lo haces pasar solo con tu simple existencia”
-Reconócelo Sophie, hasta hoy no te has dado cuenta – dijo con una dulce sonrisa.
Ella tan solo se perdía en sus ojos verdes. No podía hablar. Tenía tanta razón, estaba tan centrada en sí misma y ocupada en tantas cosas que no se había dado cuenta que inconscientemente se acercaba más a él cada día que pasaba, no le importaba lo mal que se había portado con ella, las malas contestaciones… Tan solo le cuidaba, se preocupaba por él… Otra frase, esta vez de la anciana Rayala, volvió a su cabeza: “Todas niegan lo evidente”
Javi comprendió la mirada de Sophie, como si en realidad le hubiera leído la mente. Poco a poco fue suavizando el puño que tenía puesto en su nuca, dejando libres los mechones de pelo que se engancharon a sus dedos, su otro brazo se deslizó por su cintura y notando sus propias respiraciones se fundieron en un cálido beso... mientras que lentamente caían en la cama abrazados… sin poder dejar de mirarse… sin palabras.

Los cuatro signos de la luz - Capítulo 16: Cuando la noche se une con el día.

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